DIRECCIÓN: Calicuchima 117 y
Farfán (junto al cementerio de San Diego)
TELÉFONO: (593 2) 317 3185 / 295 4026 ext. 106
HORARIO:
Lunes a sábados y feriados 10h00 a 13h00 y 14h00 a
17h00
Domingos 10h00 a 14h00
PRECIOS:
Adultos $2,00
Estudiantes y tercera edad $1,00
Niños menores de 8 años $0,50
Extranjeros $3,00
El Museo
del Padre Almeida funciona en el interior del convento de San Diego. Aquí se
exhiben obras de gran interés como el bello púlpito de la Virgen de
Chichinquirá, el Cristo del Padre Almeida y la famosa obra de El Bosco, además
ofrece un recorrido completo por los lugares del convento como la sacristía, el
templo, los tres patios, la celda del Padre Almeida, el campanario, la sala de
profundis y el refectorio.
Celda del padre Almeida |
En San Diego funcionó
la recoleta de los padres franciscanos desde fines del siglo XVI. En el siglo
XVII, vivió en este lugar de recogimiento el Fraile Manuel Almeida. Según la
leyenda, los lienzos y el crucifijo del convento fue usado por el padre Almeida
como escalera para salir a sus fiestas nocturnas.
San Diego conserva la
solidez de sus muros y columnas de piedra del siglo XVII. Se conecta por medio
de patios interiores con galerías conformadas por arcos en la planada baja y
pórticos cerrados en las plantas altas, los corredores superiores se iluminan
con teatinas y lucernario. En la planta baja los muros casi en su totalidad son
de adobe. En la planta alta la estructura es de madera y de bahareque que es
una mezcla de carrizo y barro. Los cielos rasos son de carrizo, suro y barro.
El complejo religioso
de San Diego ofrece a sus visitantes uno de los recorridos más completos por
las antiguas celdas de los religiosos (el convento de San Diego era la antigua
recoleta de la orden franciscana), con obras que llevan el talento de la Escuela
Quiteña del siglo XVIII, los visitantes tienen la posibilidad de conocer la
sacristía, el templo, la capilla exterior, el osario detrás de la iglesia,
cuatro patios del convento, el refectorio, las celdas de los religiosos, el
campanario y la sala de Profundis con el refectorio o comedor es otra obra
extraordinaria, con delicada pintura mural sobre la madera y un sencillo pero
encantador marco de piedra. En el refectorio se admira una representación de la
Última Cena del artista quiteño Miguel de Santiago, en la que el platillo
frente a Jesucristo contiene cuy, una preparación andina tradicional.
Sus paredes guardan
preciosos lienzos con alegorías a la pasión de Cristo, a la asunción de María y
a la vida de castidad y pobreza de santos como Francisco de Asís y Diego de
Alcalá, patrono del convento. Piezas que resultan de gran interés son el
púlpito, un ejemplo de la ornamentación barroca del siglo XVIII; la imagen de
la Virgen de Chiquinquirá; y el crucifijo por sobre el cual el bohemio padre
Almeida salía a sus jaranas nocturnas.
Virgen de Chiquinquirá (Patrona de Colombia) |
La proliferación de
conventos en la América india fue la estrategia de propagación del catolicismo
hacia cada uno de los habitantes naturales de las colonias españolas. La
exigencia en la preparación espiritual de los clérigos obligaba que sus
recintos, a los que se llamó recoletas, fueran construidos en
"edenes" lo más alejados del mundanal ruido. Así, el Convento de San
Diego, ubicado actualmente hacia el sur de Quito, se inscribe en esta línea. El
inicio de su construcción se sabe de finales del siglo XVI. En 1598 la
congregación franciscana obtuvo del Cabildo la autorización para levantar la
obra, bajo la dirección del padre Bartolomé Rubio. Entre este año y 1602,
quiteños acaudalados donaron terrenos, logrando una extensión de tres cuadras.
Hacia 1603 se había
concluido la iglesia, y el convento estaba en fase avanzada. En 1626 los patios
internos del claustro habían sido concluidos.
Y los anales del
Cabildo señalan que por 1650 San Diego ya oficiaba como una casa de retiro para
"veinte religiosos de penitente vida". Todavía faltaban pequeños
detalles, por lo que en 1689fue nombrado "Obrero Mayor" de la
construcción al legendario fray Manuel de Almeida, pícaro monje que usaba un
crucifijo como la escalera que lo conectaba con la ciudad nocturna y bohemia.
El lugar incluso toma
más fuerza mítica por la presencia de otro héroe del imaginario quiteño:
Cantuña. Si bien él pinta como constructor del atrio de San Francisco, sus
manos nunca estuvieron allí, sino en San Diego, donde hizo algunos trabajitos
de cerrajería por los que cobró siete pesos.
La sola concepción
arquitectónica del Convento de San Diego ya es un referente patrimonial. No
obstante, al interior las joyas son mayores. Como el artesonado de estilo
mudéjar que adorna el cielo raso del presbiterio.
El púlpito principal de la
iglesia también es tesoro. Su ornamentación guarda la impronta del barroquismo
del siglo XVIII y su diseño presenta un cáliz junto a una vid que asciende
entre columnas salomónicas.
En la pinacoteca de la
iglesia se pueden apreciar lienzos alegóricos a San Francisco de Asís, con
firma de Andrés Sánchez. Pero entre los que destacan están la "Misa
Gregoriana", atribuida a Miguel de Santiago; "Nuestra Señora de
Chiquinquirá", de factura colombiana; el cuadro de Cristo agonizante, de
autor anónimo, que se dice inspiró la "Piedad" de Caspicara; y la
imagen de la Pasión del Señor, cuya autoría se confiere a Francisco Albán. Una
visita a este museo es un encuentro con al arte quiteño, más allá de los
nombres consagrados.
A continuación un recorrido por el Convento de San Diego:
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